En 1940, la tuberculosis le lleva a al sanatorio de Sant Quirze de Safaja, en un retiro que le sirve para consolidar su vocación pictórica.
Se forma en la Escuela Massana, estudios que completa con clases de dibujo al natural en el FAD y el Cercle Artístic de Barcelona. Sus primeros años son difíciles y realiza retratos por encargo para sobrevivir. Su obra ya muestra algunas de sus características futuras, como una cierta ironía y un aire románico que le acompañará siempre.
En 1950 Josep Maria Garcia-Llort obtiene una beca que le permite trasladarse a París donde conocerá a la que será su mujer, Martha Crockett. Allí le impactará poder ver en directo la obra de Roualt y Chagall. Pese a conocer allí las vanguardias, él decide seguir con una figuración ruda y de vocación simbólica.
En 1954 marcha con su mujer a Estados Unidos, fijando su residencia en Pinveville, Luisiana, Allí se instalan en Verda Vista, una zona boscosa y agreste con lagos pantanosos que Josep Maria Garcia-Llort recorrerá a menudo en barca. En estos paseos verá una fascinante fauna que da un definitivo impulso a su iconografía animalista, iniciada en París, y que se verá enriquecida por la suntuosidad que le rodea.
Sus estancias en Nueva York, donde expondrá en dos ocasiones, le permiten conocer de primera mano el expresionismo abstracto, pero él se siente más cercano a la obra de Stuart Davis, si bien la pintura de Josep Maria Garcia-Llort es mucho más ruda y expresionista.
Ya decidido a vivir entre Nueva York y Luisiana, una larga visita a Catalunya en 1956, donde recupera el contacto con sus amigos pintores de Barcelona, y la muerte de su padre en 1958, le deciden a regresar de forma definitiva a casa en 1959.
Sin perder el contacto con París y Estados Unidos, Josep Maria Garcia-Llort se establece en Barcelona, donde expondrá habitualmente en la Sala Dalmau, manteniendo siempre su total independencia artística e intelectual.