José Gurvich
José Gurvich es una de los principales representantes del constructivismo. Y si sois seguidores habituales de nuestra galería sabréis que el constructivismo ha sido un movimiento artístico que siempre ha estado muy ligado a nuestra galería. A lo largo de los años hemos presentado la obra de su creador, Joaquín Torres-García en exposiciones individuales y colectivas.
Esta vanguardia que Torres-García empezó a gestar en París a finales de la década de los 20 y principios de los 30 y que culminó en su Montevideo natal, vivió un gran momento cuando en 1943 se abrió el taller Torres-García, donde una generación de jóvenes artistas renovó el panorama artístico de Uruguay y de todo el cono Sur.
A lo largo de los años hemos presentado exposiciones al respecto, desde la dedicada al Taller en sí, con obras de la década de los 40 de los integrantes del mismo hasta exposiciones individuales tanto del propio Torres-García como de algunos de sus alumnos como su hijo, Augusto Torres o Alceu Ribeiro, uno de sus primeros discípulos.
Un caso especial es el de José Gurvich, cuya obra presentamos por primera y única vez en Barcelona el año 2000. Incorporado al Taller justo después de la realización de los famosos murales de Saint-Bois, con los años ha sido uno de los miembros del mismo que mayor repercusión ha tenido a nivel internacional.
Vista de la exposición de José Gurvich en la Sala Dalmau, año 2000.
Sus inicios son netamente constructivos, como sus compañeros, pero su evolución le lleva a un camino muy personal que le separa del resto y le confiere una personalidad muy propia. Un detalle relevante será su su religión, el judaísmo, que pasa a incorporarse a su obra especialmente durante sus estancias en un kibutz de Israel.
Con los años, se abre a nuevas técnicas: como Torres-García siempre cuidará especialmente los dibujos de pequeño formato, pero además será un importante muralista y trabajará a fondo la escultura, tanto en cerámica como en bronce, realizando una personal síntesis de judaísmo y constructivismo, desarrollando un lenguaje propio que se aprecia en obras como “Hombre universal” o “Torre del Edén”.
Pese a su prematura muerte en Nueva York, donde estaba proyectando una serie de esculturas de gran formato, consiguió realizar una obra completa y personal en la que los principios del constructivismo fueron la base para desarrollar su propio camino.